Les
cuento. Hoy vengo a hablarles de una perversión que tengo. Una perversión que me hará alcanzar las más
altas cotas de desprecio entre mi entorno social, que avergonzará a mi madre,
que incluso la hará llorar y ganarse las miradas de reproche de sus amistades,
las cuales se plantearán qué clase de educación le dio esa señora a su único
hijo. Lo siento mucho madre, pero a menudo, sí a menudo, entro en librerías. Y
no solo me conformo con entrar, sino que miro con detenimiento todo lo que en
ellas se expone, y a veces incluso, en el colmo de mi depravación, toco. Ya
ven, les desnudo mi alma, y me atrevo además a contarles lo que encontré la
última vez que penetré en un antro de tal calaña. De repente, me vi rodeado por
caras del pasado, caras que me miraban con ojos vidriosos. Ni siquiera las
modernas técnicas de manipulación fotográfica habían logrado enmascarar el paso
del tiempo en sus rostros. Ahí estaban. González, Aznar, Zapatero. Un trío
mágico surgido de tiempos pretéritos que ahora se nos aparece en forma de
biografías o similares para contarnos que ellos ya sabían lo que se avecinaba,
pero que nosotros no estábamos preparados para escucharlo y por eso callaron,
para no causar alarma social, para que esa alarma no nos despertara del bello
sueño de la opulencia, y que cuando llegara el Apocalipsis nos pillara por
sorpresa, sin anestesia previa, como una bofetada venida de la nada y que te
vuelve la cara del revés. Y también la vida. ¿Y esto se vende? Pregunté a la
mujer que regentaba el local. Y ella me contestó, lo que se vende es esto,
chiquillo. Y me cogió de la mano para meterme en la trastienda, en un cuarto
oscuro de fétido olor. Lo que se vende es esto, repitió. Y ahí estaba, “Cásate
y sé sumisa”, que bien podría titularse “Cállate y sé sumisa”. Pero lo peor
estaba por llegar. Lo más vendido en España, me dijo, el número uno, era Belén
Esteban, “Ambiciones y reflexiones”. Salí mareado del local, con el vómito
llamando a la boca de mi estómago, pensando que es muy posible que sí tengamos
lo que nos merecemos.
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