Aborregados

Publicado en El día de Zamora el 5 de octubre.

Hoy como introducción les escribo sobre Aute y su Giraluna. Giraluna es un libro ilustrado por el propio artista, un cuento inédito basado en su canción homónima, incluida como guinda del pastel en un CD creado especialmente para esta ocasión. ¿Y qué es un giraluna?, se preguntarán ustedes. Según el propio Aute, “el giraluna es un girasol diferente que ve las cosas a su manera y va a su aire, que decide que no se agacha cuando llega la noche”. 

Ya ven, amigos, perdonen que les llame así, aparte de en una sociedad de parados laborales, nos encontramos en una de parados mentales. Es posible que lo uno haya llevado a lo otro, pero a poco que se fijen ustedes, y deberían hacerlo, podrán observar que vamos todos por la calle aborregados, sin curiosidad por nada, con miedo a levantar la cabeza, bien por evitar que nos la abran, bien por evitar ver más allá de donde nos está permitido y constatar que estamos atrapados en un fango del que solo consiguen escapar los mediocres, los cuales, dada su vacuidad de mente y espíritu, pesan menos y flotan en el lodazal. Por eso pueden huir. Por eso y porque al alcanzar con más facilidad la superficie de la ponzoña, pisan sobre nuestras cabezas para escabullirse del cenagal en el que ellos mismos nos metieron. Estamos atrapados de nuevo en el Mito de la Caverna de Platón, donde la falsa realidad de las sombras ha pasado a ser nuestra verdad cotidiana, donde ya no queda espacio alguno para la curiosidad, para el pensamiento propio, para la fe. Nos han quitado el libre albedrío, el criterio propio. Nos han inoculado la creencia de que es mejor estarse quieto, de que ya nos diseñarán ellos un futuro en el que seguir viviendo, y mientras, nuestra natural curiosidad por un mundo diferente al que estamos habitando también queda restringida a porrazo limpio, a cañonazo de agua a alta presión, a bolazo de goma. No se resignen, levanten la cabeza, que el sol les ciegue, que esa luz entre en sus cerebros, que la lluvia les limpie las legañas de los ojos, esos ojos que se han acostumbrado solo a mirar hacia el suelo. Y cuando uno de esos mediocres medradores quiera pisarles y pasar por encima, no se lo consientan. Arriésguense.

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