Es probable que ustedes hayan oído hablar a lo largo de sus vidas de dos conejos blancos que actúan como lazarillos de sus respectivos personajes. A saber: el primero de ellos, el de Alicia, con su hocico, su cola, orejas y demás complementos, conduce a través de un agujero al personaje de Lewis Carroll al País de las Maravillas; el segundo, mucho más virtual que el primero, el de Neo en Matrix, que también le lleva a lo que podríamos entender como otro país, pero desde luego mucho menos maravilloso que el de Alicia. Y entre medias de estos dos, unos ochenta años después del primero y cincuenta y tantos antes del segundo, tenemos a un tercer conejo blanco, menos conocido que los ya citados, pero este real, con toda su carne y todos sus huesos. Nuestro “conejo blanco” nació en 1902 en Londres, y pronto su familia se trasladó a vivir a Francia. Por aquella época no se le conocía por este sobrenombre, sino por el de Edward Yeo-Thomas. Como en aquellos tiempos no existía ni Twitter, ni Facebook, ni siquiera una vulgar Play Station, al joven Edward no se le ocurrió otra cosa para entretenerse que mentir sobre su edad (en realidad tenía dieciséis años) para poder alistarse y combatir en la Primera Guerra Mundial. Debió de cogerle gusto a participar en la cosa bélica, ya que terminada la hasta entonces Gran Guerra, se alistó en el Ejército Blanco durante la Guerra Civil Rusa, para combatir al Ejército Rojo. Fue capturado por las tropas comunistas y condenado a muerte. Y junto a su ya conocido afán por la batalla, aquí va a aparecer otra constante en la vida de Yeo-Thomas. Un par de días antes de que se cumpliera la sentencia de muerte, consiguió estrangular con sus manos a uno de los soldados que lo tenía cautivo, logró escapar, atravesar Rusia y después el resto de Europa para así regresar a Francia. Tras todo esto desempeñó diferentes labores, entrando a trabajar en 1932 en una casa de modas, donde estuvo ocho años hasta que, en 1940, a un austríaco bajito con un bigote ridículo y flequillo pegado a la frente le dio por enviar a sus ejércitos contra medio mundo, Francia incluida. Antes de que tales tropas llegaran a París, Thomas consiguió escapar a Inglaterra, donde se alistó en la Royal Air Force. Tenía treinta y ocho años y se le consideraba demasiado viejo para la actividad de vuelo, por lo que desempeñó labores como oficial de inteligencia. En 1942 fue trasladado a la sección francesa de la Dirección de Operaciones Especiales, en inglés Special Operations Executive (SOE), más conocidos como los Irregulares de Baker Street donde llegó a ser responsable de la planificación militar. A modo de anécdota, el nombre de Irregulares de Baker Street les venía porque su cuartel general estaba en el número 64 de Baker Street, la misma calle donde vivía Sherlock Holmes y también porque “los Irregulares de Baker Street” era un grupo de pillastres que aparecían en las novelas del detective y que Sherlock utilizaba como sus ojos y oídos. Así que el nombre es bastante acertado para algo que básicamente era una organización de espionaje. Sus funciones eran definidas en su carta fundacional del siguiente modo: “Ustedes son la autoridad responsable de la coordinación del sabotaje y de otras actividades subversivas, comprendiendo la organización de grupos de la Resistencia; además, les corresponde a ustedes proporcionar el asesoramiento y establecer los enlaces en todos los terrenos correspondientes a las actividades de los patriotas…”
Poco iba a durar Thomas metido en una oficina. Convenció a sus superiores de la utilidad de coordinar la labor de espionaje de la SOE con las acciones de la resistencia francesa, lo que, junto con sus conocimientos del idioma, le procuró un pasaje de ida en avión y un salto en paracaídas en la Francia ocupada. Era 1943. En esta su primera incursión organizó un ejército clandestino que operó en toda Francia e introdujo nuevos métodos de seguridad entre sus hombres para evitar las detenciones. Es por estas fechas donde toma el sobrenombre de “conejo blanco”. A su vuelta a Londres consiguió entrevistarse con el Primer Ministro Winston Churchill al que informó de la falta de medios de la resistencia, y de la importancia del trabajo que allí se estaba realizando para cambiar el curso de la guerra. Logró convencerle para que financiara a los franceses, y con mejores medios logísticos y financieros, Thomas vuelve a saltar sobre Francia -lo hizo tres veces más- para coordinar diferentes misiones de sabotaje y rescate de prisioneros, y junto con él, también saltan 79.290 metralletas Sten, 27.961 pistolas, 16.961 fusiles, 3.441 ametralladoras, 572 bazookas y 160 morteros. Las acciones de la resistencia se incrementan hasta tal punto que en Francia no puede moverse ningún transporte alemán que no vaya acompañado por una fuerte escolta, con el desvío de hombres y material de otros frentes que eso conllevaba. Pero en una de estas escaramuzas, Conejo Blanco fue detenido por la policía francesa y trasladado a la prisión de Fresnes, donde es torturado. Lejos de derrumbarse, Thomas hace alarde de su capacidad de ingenio: así, comprobó que sus interrogadores, cada vez que estaba a punto de desmayarse por el dolor, lo sumergían en agua fría con el fin de reanimarlo, de tal modo que observó sus síntomas físicos en esos momentos de debilidad para poder simularlos más tarde y así reducir los periodos de tortura. Ante la imposibilidad de sonsacarle información alguna, y tras dos intentos de fuga fallidos, los franceses lo ponen en manos de la Gestapo, y esta a su vez lo traslada al Campo de Concentración de Buchenwald, donde, para que se hagan a la idea, se estima que morían más de doscientos prisioneros diarios. Allí también es torturado sin éxito; de allí, como no, también intentó huir, pero fue descubierto y condenado a muerte. Días antes de ser ejecutado, logró cambiar su identidad con la de otro prisionero que había muerto de tifus, pasando así desapercibido un tiempo hasta que organizó una nueva fuga, ésta con éxito, y en la que le acompañaron otros diez prisioneros, todos ellos franceses, con los que atravesó Alemania y la Francia ocupada hasta alcanzar la zona aliada. En 1946 Thomas aportó pruebas que ayudaron a enviar a veintidós miembros del personal del Campo de Concentración de Buchenwald a la horca. Fue condecorado con la Cruz de San Jorge y la Cruz Militar por el gobierno británico. Edward Yeo-Thomas murió en Londres el 26 de febrero de 1964.
Su arrojo y determinación como agente secreto, así como su carácter de seductor y galán con las mujeres, hicieron de él una mezcla de héroe de guerra y leyenda, lo cual, cómo no, provocó que aparecieran numerosas envidias entre sus colegas. Tal es así que, en 1945, un oficial de la División de Inteligencia Naval redactó un informe en el que cuestionaba la facilidad de su fuga de los nazis, del mismo modo que reprobaba su inmoralidad en el comportamiento con las féminas, impropio de un oficial británico miembro del cuerpo de Operaciones Especiales. Dicho informe quedó archivado, pero su autor debió de cogerle el gustillo a eso de la escritura, y como no consiguió desacreditar a Thomas, decidió inmortalizarlo a través de un personaje de ficción también relacionado con el espionaje. Ese oficial británico de la División de Inteligencia Naval del que les hablo se llamaba Ian Fleming.
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