Una biografía en cartas

Publicado en El Adelanto de Salamanca el 10 de febrero. 

John Lennon (Liverpool 1940 – Nueva York 1980) no tuvo tiempo de escribir sus memorias. Tampoco sabemos si hubiera querido hacerlo, estarán al corriente, Chapman le descerrajó cinco tiros por la espalda y esta duda quedará ya siempre por resolver. De lo que sí tenemos certeza es de la capacidad compulsiva de Lennon para escribir cartas. Desde pequeño, sin duda obligado por su tía-madre-y-padre Mimi, tomó el hábito de hacerlo, y este le acompañó durante su vida. En “The Lennon Letters” se recopilan más de 250 de estas cartas en orden cronológico, y muchas aparecen reproducidas tal y como Lennon las escribió, incluyendo sus dibujos y garabatos. Según dice su autor, Hunter Davies, no recoge revelaciones dramáticas, pero sí una muestra del sentido del humor mordaz e irónico. Para poder hacernos a la idea de este arrebato irresistible, el propio Davies revela que ante cualquier tipo de emoción, ya se tratara de furia, asombro u odio, el primer impulso de Lennon no era el de sentarse al piano o coger la guitarra, sino que tomaba un bolígrafo y escribía cartas. Cartas y cartas en las que Lennon aparece como un alma torturada, como un crítico despiadado y cruel, como un ser deprimido, o como un tipo gracioso. El libro nos abre al ser humano. No podía ser de otro modo, todos nos mostramos tal como somos delante de un papel en blanco cuando confesamos nuestras miserias, logros, miedos y anhelos a la persona de confianza, y Lennon no iba a estar por encima de esto. Por una vez, Lennon sería como todos nosotros, un tipo triste, infantil, rencoroso, romántico, ligón, generoso y ególatra. Un tipo normal y corriente dentro del genio. Poco antes de morir, hablaba de su infancia, su familia y su carácter rebelde, su necesidad de ser aceptado, su negación como intérprete, para acto seguido afirmar la imposibilidad de dejar de ser quien era, un alborotador, un inconformista, en definitiva un músico bocazas. El niño del banjo en Liverpool, el incisivo, el extranjero indeseable para la administración de Nixon. Lennon lleva ya 33 años muerto, pero aún así todos los que convivieron con él siguen acomodados a su sombra, subastando sus recuerdos, haciendo públicas sus intimidades sin pudor alguno. Si, como él mismo dijo, el sueño terminó en 1970, todo lo que ha venido después es una pesadilla.

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