Que si, que en menudo jardín me he metido pretendiendo contarles a ustedes lo que de cultural tiene, o no, la fiesta de los toros. Y más en esa ciudad, que lo primero que se encuentra uno según entra en ella llegando desde mi Zamora es una rotonda con un toro enorme, omnipresente en todos mis viajes a Salamanca. Y es que la tauromaquia, les guste o no, está presente en todo el universo artístico español, con independencia de la ideología política de cada uno. Ahí tienen a Lorca, que manifestó de manera pública que “la fiesta de los toros es la más culta que hay en el mundo” o a Terno Galván, en su libro "Los toros acontecimiento nacional, en el que escribía que "Los toros son el acontecimiento que más ha educado social, e incluso políticamente, al pueblo español". Incluso Joaquín Sabina le dedicó un soneto a José Tomás. Y en esta larga cita también mentaremos Goya, que pese a su serie "Tauromaquia" consideraba las corridas como "una salvajada propia del pueblo inculto, violento y visceral, ejemplo preclaro de la brutaliación colectiva de la masa". A mi no me gustan los toros, no le veo la gracia a un espectáculo sangriento en el que el fin último sea matar a un animal con un proceso previo de sufrimiento. Tampoco me creo el argumento de que si las coridas de toros se prohibieran, el toro y las dehesas desaparecerían. En España hay 6,3 millones de hectáreas de dehesa, de las que apenas el 5 por ciento se dedican a la cría de ganadería brava, y pocas son explotaciones puras, pues la mayoría e destinan tambiéna la cría de vacas, cerdos ibéricos y caballos, mucho más rentables para el medio mabiente. Tampoco es el toro de lidia el último superviviente del "Bos taurus primigenius", no es una especie amenazada. De hecho, ni siquiera se le considera una raza autóctona, apenas un grupo mestizo nacido en el siglo XVIII cuya única seña de endeble identidad es la bravura. Decía D. Ramón Pérez de Ayala que "No, nunca... los toros no pueden morir. Moriría España". Yo no lo creo. El problema es que en esto, como en otras tantas cosas, nunca habrá una solución consensuada.
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